La sirga era una larga maroma que amarrada a una gabarra, era arrastrada desde tierra tirando de ella.
Esta labor, considerada como dura e incluso inhumana, era realizada sobre todo por mujeres.
Hasta la aparición del motor de vapor la actividad de la sirga ha existido en Euskal Herria y en el resto del mundo, aunque como actividad profesionalizada sólo tuvo presencia en la ría de Bilbao.
Cargueras y sirgueras, un mundo de mujeres trabajadoras, pese a que también lo fue de hombres, aunque fueron ellas quienes mayoritariamente accedían a este rudo y brutal trabajo.
En un principio este oficio no estaba regulado, y podría ser cualquier vecino el que se acercara con unos bueyes y, a cambio de un pago que se hacía directamente, remolcara la embarcación por la orilla.
Será en 1796 cuando se regularice por primera vez este oficio. Así, sabemos que Nicolás de Fano dirigía una asociación de propietarios de bueyes que se presentó al Consulado de Bilbao para ofrecer sus servicios.
De esta forma se pasó de un trabajo libre a un trabajo contratado.
En el siglo XIX las sirgueras, esposas de los soldados que combatían en las Guerras Carlistas, desempeñaron un papel muy importante en la economía familiar vasca, realizando el trabajo de la sirga, arrastrando aquellas pesadas embarcaciones.
Su trabajo era más rentable económicamente para los contratadores debido a que los sirgueros cobraban más. Esa fue la principal razón por la que fueron mujeres las que desempeñaron esta labor de manera generalizada.
Esta actividad se desarrolló en las márgenes de la ría de Bilbao durante siglos, en torno a los barcos y las mercancías que cargaban y descargaban.
Dice el Código Civil en su artículo 553 sobre el camino de la sirga: “los predios contiguos a las riberas de los ríos navegables y flotables, además de otras servidumbres lo están a ésta, que no es otra cosa que dejar un espacio de sesenta centímetros para la maniobra con la sirga o amarra que sujeta la embarcación a la orilla”.
El camino de la sirga se extendía a lo largo de toda la margen derecha de la desembocadura del Nervión, desde Las Arenas hasta Bilbao.
La actividad de la sirga era fundamental para que los barcos pudieran avanzar río adentro. La limitación de calado y los problemas de acceso en el tráfico marítimo generados por la temible barra de arena a la altura de Portugalete obligaban a que los buques aligeraran parte de la mercancía a gabarras para poder subir río arriba.
Las sirgueras, además de cobrar poco en condiciones extremas y penosas, debían aguantar los descalificativos como “ganapanes” o “mozas de cordel”.
En 1879, se publicó en la prensa local el accidente de una sirguera que hubo de ser atendida por un gabarrero, un herrero y la familia de éste, mientras que sus contratadores se desentendieron del incidente.
Hacia 1880, desapareció el servicio de bueyes y el camino de sirga fue habilitado como carretera por donde circulaba también el tranvía de Bilbao a Algorta, aunque la sirga se siguió haciendo por hombres y mujeres, generando grandes debates.
A lo largo del muelle, en bajamar, se pueden ver aún las bancadas sobre las que se varaban las gabarras a la espera de trabajo o para realizar reparaciones de calafateado con estopa y brea.